martes, 3 de enero de 2012

La religión del esfuerzo

Leo que José Ignacio Wert, ministro de Educación, Cultura y Deporte, ha hecho alguna alusión a la cultura del esfuerzo.  Para ser más concretos, y hasta obvios, a lo que se ha referido es a la "pérdida de la cultura del esfuerzo".
               
La  cultura del esfuerzo … En realidad estaría bien que alguien definiese de una vez por todas en qué consiste la tan manoseada cultura del esfuerzo. O mejor aún, y por ser aquí también concretos y hasta obvios, estaría bien que se definiese dónde y cuándo se ha perdido y a quién se le ha perdido.

La cultura del esfuerzo tiene que ver con trabajar intensa y decididamente  para lograr un resultado determinado. Reúne, pues, las ideas de sacrificio y resultado, de sacrificio y recompensa. No sé si en algún momento, como sociedad, hemos  tenido o no esta cultura, pero su supuesta pérdida aparece ligada a unas partes de la sociedad más que  otras: a los malos estudiantes y al fracaso  escolar, a los mediocres que forman parte de ese grupo privilegiado de trabajadores de los sectores público y privado que acumula una serie de derechos que imprimen a nuestro mercado de trabajo una extraordinaria rigidez y dualidad que hacen de la reforma laboral prioridad de prioridades.

Aparece demasiado ligada, pues, a la escasez de talento, iniciativa y sacrificio de una sola parte del mercado de trabajo: los trabajadores. No se hace sin embargo tanto esfuerzo (parece un mal chiste) por dilucidar el papel que ha jugado en esa pérdida la otra parte del mercado  de trabajo, la empresa. Sin entrar a juzgar sus propios talento e iniciativa (cuestionables a la vista de la elevada tasa de fracaso empresarial) también la empresa ha perdido esa cultura. Son muchos los trabajadores jóvenes y adultos que con esfuerzo, con sacrificio, han logrado una o más licenciaturas, hablan dos o más idiomas, quieren y saben trabajar, y, sin embargo, raramente reciben la recompensa de un trabajo no precario y dignamente pagado y la oportunidad de progresar profesionalmente, es decir, de ver valorado su esfuerzo.


Estamos en tiempos de revisar muchas ideas, de recuperar algunos valores y de construir otros nuevos. Son también tiempos de asumir responsabilidades. Construir o reconstruir una cultura del esfuerzo es responsabilidad de toda la sociedad. Construir o reconstruir una cultura del esfuerzo en el trabajo es tarea, necesariamente conjunta, de las empresas y de los trabajadores. Es hora ya de compartir la religión del sacrificio y su recompensa.


4 comentarios:

  1. Yo, hijo de la cultura del esfuerzo, entiendo las claves básicas de lo que el reciente ministro expone en sus comentarios.

    Nacido de padres obreros fui educado en la idea de la necesidad de: estudiar mas, aprender mejor, y ser mas proactivo.

    El resultado de este comportamiento: Una casa mas grande, un salario mas alto, unas vacaciones anuales de ensueño, y la posibilidad de optar a parejas sentimentales de mi misma "categoría".

    Treinta y pico años después, ahi sigo, estudiando mas, aprendiendo mejor y siendo proactivo. ¿La recompensa? Se le han quedado los concursantes del "Gran Hermano"

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  2. No hay que olvidar aquellos que ocupando cargos públicos o privados de relevacia y "sin esfuerzo acreditado" obtienen altas recompensas (normalmente monetarias). Forman parte diariamente de la cultura popular a través de los medios, y en muchos casos, no pasa nada.
    Creo que habría que enfocar la llamada "cultura del esfuerzo" hacia otras recompensas que no sean exclusivamente económicas, dotando de otros valores los fines que perseguimos a través del esfuerzo.

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  3. Interesante artículo. Creo que la educación en valores es algo necesario. El problema es que para poder transmitirlos hay que saber identificarlos y participar de ellos, y no todos los agentes educativos, familia, entorno, profesionales de la educación, medios de comunicación, creadores de tendencias..., suelen estar por la labor.
    Los valores de una empresa o de cualquier ente colectivo sólo pueden provenir de los individuos que la conforman

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  4. Muy interesante.

    Llama la atención que llamen "cultura del esfuerzo" lo que en otras partes sería "cultura del mérito" y por acá, en épocas pretéritamente felices, "meritocracia" (por aquí también tuvimos nuestras utopías).

    ¿Quizá porque toca esforzarse a cambio de nada,... o de muy poco? ¿O por qué en aquellos lares revoluciones zaja-coronas permitieron el ascenso social apoyados en "méritos" y no en esfuerzos?

    Palabra que me recuerda sudores y agujetas, cíclopes y amazonas, deportistas y culto al cuerpo. Quizá porque aquí y ahora sea el más rápido ascensor social. Lo refrendan el afán de muchas familias por tener retoños futbolistas (o tenistas, o lo que sea), y alguna boda en catedral venerable, gótica y catalana.

    En fin, toca esforzarse.

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